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lunes, 17 de enero de 2011

TESTAMENTO DE AMOR A LEONORA


Solo quedan versos oscuros a escribir por esta pluma,
que ayer solía bailar un vals sobre la hoja para describir tu belleza.
Contigo no solo te llevaste el color, la sonrisa y la esperanza,
si no también la musa que daba vida a todos mis poemas.

Hace ya mucho tiempo que navego perdido en este mar de ginebra,
sin tierra a la vista, ni horizonte que seguir.
Es que la niebla del humo de mi tabaco no me deja ver,
y mi brújula perdió el norte, cuando no supo más hacia donde seguir tus pasos.

Quizás sea inevitable el fin de nuestra pasión carnal en esta vida,
porque este destino logro separarnos, celoso de nuestros cuerpos,
fundidos en uno solo, para que nuestras almas se pudieran abrazar.
Pero que son estos cuerpos, si no más, un instante de todo lo que jure amarte.

Es que cuando el tiempo y el universo se esfumen comos mis suspiros,
toda la creación toque su fin, y hasta el mismísimo Dios se canse de su eternidad,
solo quedara la luz de mi amor, brillando eternamente por ti,
como un faro en la oscuridad de tu olvido, para que así me puedas encontrar.

Y es que estas letras, borrachas de soberbia, se cobijan con el recuerdo de tus besos,
deseando que sean leídas por las dos finas gemas que tienes por ojos,
para que sepas que la noche que cortaste mis alas y clavaste esa daga,
en el lado izquierdo de mi pecho, no son suficientes para olvidarte; ni siquiera para odiarte.

Ya que descubro cada día que paso sin el color de tu voz y el olor de tu risa,
que no hay océano tan profundo que sea capaz de ahogar el recuerdo,
ni polo tan frió que sea capaz de congelar este sufrimiento,
ni sol tan caliente que queme por siempre estas insulsas esperanzas.

Todo por la simple razón que en ellos encuentro la única manera,
de seguir teniéndote a mi lado, en tu ya larga ausencia,
y así poder alimentar lo único que queda en mi,
esa promesa de amor infinito e incondicional que te di, la bendita tarde que te conocí.

Claudio Rueda
Santiago de Chile, 11 de Marzo de 2010

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